El trigo viene aumentando su superficie sembrada en Argentina hace ya algunos años, lo que es una buena noticia. Es uno de los cultivos que más aporta al sistema. Ayuda a mejorar las propiedades del suelo, optimiza el control de malezas y el uso del agua, y mejora la productividad. Los altos rendimientos en trigo se alcanzan con un canopeo sano, que capte luz y logre generar fotoasimilados que se acumularán en sus destinos: los granos. Así también con una fertilización balanceada con macro y micronutrientes, que permitan el uso eficiente de los recursos. Una gran cantidad de factores impactan sobre los rendimientos esperados: el clima, el tipo y el manejo de suelo, etc. En algunas zonas, las condiciones ofrecen un potencial de rendimiento mucho más elevado y, en esa situación, es clave que el cultivo reciba los nutrientes necesarios para su desarrollo.
Una vez definido el cultivo de trigo, es fundamental realizar un correcto análisis de suelo para conocer la disponibilidad de nutrientes. Con esta información, junto a la historia del lote y las perspectivas climáticas, se definirá la estrategia de fertilización, con el objetivo de reponer las carencias de fósforo, nitrógeno, azufre y demás nutrientes que puedan limitar la producción.
Algunos ensayos demostraron interesantes diferencias logradas con la fertilización de azufre más potasio. Con apenas 20 kg de cada uno, se lograron aumentos de rinde que promedian los 6 quintales de trigo. Estudios realizados por Fertilizar registraron, en tres campañas consecutivas, aumentos en los rendimientos de los cultivos al mejorar los ajustes de dosis de nitrógeno, fósforo y azufre (NPS). La fertilización con azufre es de creciente importancia y su realización mejora la eficiencia de incorporación de otros nutrientes, llegando a tener efectos positivos sobre el próximo cultivo.
Comúnmente se entiende a la fertilización de base como la aplicación de urea, un fertilizante químico que contiene un alto porcentaje de nitrógeno. Esta forma de nitrógeno NO es asimilable por las plantas. Por lo tanto, para poder asimilarlo, tiene que existir en el suelo un proceso de nitrificación, en donde se pierde hasta el 40% de nitrógeno. Las plantas absorben el nitrógeno del suelo únicamente en forma de nitrato y amonio.
Un plan inteligente debería incluir una parte del N aplicado a la siembra o previo a esta. Otra parte, antes del máximo crecimiento vegetativo o fase exponencial que, normalmente en trigo, es desde el comienzo hasta mediados del macollaje. La tercera aplicación, debería realizarse previo o durante la floración, para maximizar la absorción de N durante la formación y llenado de granos, y aumentar así el contenido de proteína y carbohidratos (tamaño de grano).
La aplicación recomendada de fertilizantes nitrogenados está asociada a la fuente más apropiada para cada etapa del cultivo.
En Argentina, la práctica más común de fertilización nitrogenada es a la siembra, con posibilidad de agregar otra dosis en macollaje. Las fuentes nitrogenadas iniciales aportan al rendimiento, y en macollaje, contribuyen a la calidad y porcentaje de proteína de los granos.
Normalmente se utiliza un fertilizante fosforado a la siembra que permite un mejor desarrollo inicial del cultivo con un mínimo aporte de nitrógeno y azufre que ayuda a potenciar la respuesta de los fertilizantes fosforados. Para los momentos de definición de granos y de rendimiento, las formas más adecuadas de aplicar estos nutrientes y micro elementos es la fertilización foliar, ya que con la misma los diferentes elementos están altamente disponibles para cuando la planta los requiere.
Partiendo de un cultivo bien fertilizado de base, es recomendable complementar las necesidades nutricionales en otras etapas críticas de su desarrollo. Una manera de potenciarlo es a través de la fertilización foliar, siempre considerándola complementaria a la tradicional. Nunca como única opción.
Las ventajas comparativas de la absorción foliar respecto a la aplicación de los formulados sólidos son: potenciar el rendimiento; corregir deficiencias de nutrientes transitorias y a corto plazo, en momentos de alta demanda, en período crítico; superar limitantes del suelo que restringen la movilidad o solubilidad de elementos; posibilitarla aplicación junto con herbicida/fungicidas, disminuyendo tiempo y costo operativo.
Tanto el nitrógeno (N) como el fósforo (P) son nutrientes que limitan el rendimiento del cultivo con mayor frecuencia. Sin embargo, la intensificación de la agricultura en las últimas décadas generó una disminución en la disponibilidad de azufre (S) en los suelos.
El sulfato de amonio (NH₄)₂SO₄ es una sal inorgánica que constituye una importante fuente de nitrógeno (N) y azufre (S) para la nutrición de los cultivos. Se puede utilizar como fertilizante de aplicación directa y también como componente en mezclas NPK. Cubre las necesidades de nitrógeno de las plantas y además facilita la absorción de otros nutrientes como el fósforo y el potasio, gracias a que contiene azufre de rápida asimilación. Esto permite el correcto crecimiento de las plantas. Está compuesto a modo de sulfato, con un pH ácido. Por esto, es aconsejable aplicarlo en suelos calcáreos y arcillosos con el fin de mejorarlos. Su designación en cuanto al análisis de nutrientes de N, P, K y S es 0-0-21-24S.
El sulfato de amonio es la fuente con mayor contenido de azufre como sulfato, de alta disponibilidad para cultivos. La combinación de nitrógeno con azufre es ideal para cultivos de trigo y maíz, o como base para realizar mezclas. Aporta nutrientes que son rápidamente absorbidos por las plantas.
Frecuentemente se adiciona sulfato de amonio al caldo de herbicidas post-emergentes para mejorar su eficacia en el control de malezas.
Esta práctica para incrementar la eficacia del herbicida con sulfato de amonio es particularmente efectiva cuando el agua utilizada contiene concentraciones significativas de calcio, magnesio, o sodio. Para este propósito, es frecuente el uso de sulfato de amonio con grado de alta pureza para evitar el taponamiento de las boquillas de aplicación.
Más información: Calidad del agua
Los bioestimulantes ofrecen la posibilidad de combinar una estrategia de manejo de cultivos de invierno apuntando a la nutrición y a la calidad, fortaleciendo sus defensas ante situaciones de estrés. Si bien muchos productores no los incorporan en su estrategia, es reconocido que su uso activa las defensas de las plantas y la respuesta ante situaciones de estrés; potencia el rendimiento y la calidad final. Está demostrado que, cuando se aplican en los períodos críticos, pueden promover el crecimiento, la performance de la planta y la calidad de lo producido. Aplicados por vía foliar, generan respuestas a los niveles genómico, metabólico y fisiológico de la planta, ayudando a mantener la turgencia celular y fisiológica. Cuentan con un verdadero poder estimulante que complementa y asegura la nutrición de las plantas, con el fin de mantener niveles de rendimiento especialmente durante los períodos críticos.
Las estrategias de fertilización impactan directamente en los rendimientos. La clave está en proveer al cultivo de todos los nutrientes necesarios en cada etapa, considerándolas críticas en su desarrollo, para garantizar los nutrientes necesarios.
Para una nutrición completa, es recomendable realizar una fertilización de base y complementarla a lo largo del ciclo con fertilizantes foliares más una bioestimulación con productos ricos en ácidos húmicos, fúlvicos, macro y micronutrientes, que colaboran a la asimilación de otros nutrientes en la planta, activando el proceso en la absorción de nitrógeno.